COVID-19: ¿A dónde vamos ahora?

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Image by Christo Anestev from Pixabay

(Sputnik).- La pandemia del COVID-19 continúa con un número creciente de casos. Los virólogos no tienen ninguna duda de que es probable que un brote de virus vuelva a ocurrir en el futuro. ¿Qué lecciones han aprendido los científicos de esta situación?

Todavía es demasiado temprano hablar de un avance serio, señalaron los científicos rusos en una reunión en línea organizada por el Ministerio de Educación Superior y Ciencia de Rusia, la Academia de Ciencias de Rusia y el portal Nauchnaya Rossiya (Rusia Científica).

Las estrategias de terapia y nanopartículas de oro

El COVID-19 planteó serios desafíos a la atención médica debido a la falta de camas y personal, así como la necesidad de tratar una enfermedad desconocida, ya que no había normas, ni directrices clínicas, ni base probatoria, indicaron los científicos. Todos estos desafíos requerían soluciones flexibles, nuevas investigaciones científicas que nunca antes se habían hecho en tan poco tiempo.

“Vemos cómo, en 5 meses, han cambiado nuestras ideas sobre la terapia antiviral, ventiladores respiratorios, glucocorticoides, anticoagulantes. Los enfoques se revisaron teniendo en cuenta la absoluta falta de pruebas relativas al tratamiento de esos pacientes. Nos centramos más en la analogía con otros virus y en el estado de síndrome de dificultad respiratoria aguda, que resultó no aplicable en todo al COVID-19”, señaló Evgueni Shliajto, director general del Centro Nacional de Investigación Médica Almázov.
Citó uno de los ejemplos ilustrativos de la búsqueda de tratamiento adecuado.

En enero, COVID-19 fue tratado con Kaletra, el fármaco diseñado para tratar el VIH, que ahora no se utiliza para la terapia COVID-19.

Por otro lado analizó la gestión sanitaria durante la pandemia.

Secuelas en pulmones, corazón e hígado: ¿solo la punta del iceberg que deja el coronavirus?
“Inicialmente nos centramos en el número de camas de cuidados intensivos y en el número de ventiladores pulmonares, pero ahora vemos que las posibilidades de ventiladores son extremadamente limitadas debido a la alta mortalidad”, declaró Evgueni Shliajto.

A su juicio, la búsqueda de una nueva estrategia para regeneración del tejido pulmonar después de una infección por coronavirus es un desafío científico urgente.

“Los daños que se producen como resultado de la tormenta de citoquinas, todavía tendrán enormes consecuencias en el futuro en forma de fibrosis alveolar, insuficiencia respiratoria e hipertensión pulmonar. Estos problemas no irán a ninguna parte, y necesitamos nuevos enfoques científicos para reducir la fibrosis”, explicó el académico.

En este caso, las nanopartículas de oro recubiertas de péptido es uno de los últimos y más prometedores desarrollos, consideró. Las nanopartículas inhaladas reducen la inflamación de los pulmones mediante la inducción de la transición del fenotipo de los microfagos M1 a M2 y aumentan la citoquina antiinflamatoria, explicó el método de funcionamiento.

En su opinión, COVID-19 ha demostrado que el sistema de atención médica necesita una nueva política de recursos humanos, lo que implica el abandono de la hiperespecialización de los médicos.

“Siempre hemos tenido un gran número de especialistas, y no hay nadie para diagnosticar. Como resultado, ahora necesitamos médicos de diferentes especialidades, pero con competencias paralelas. No podemos hacer que todo el mundo sea médico de cuidados intensivos, pero muchos especialistas deben tener las habilidades de los cuidados intensivos”, subrayó.

La segunda ola de la pandemia

Según los científicos, ahora mantener las fronteras cerradas entre los países carece de sentido, porque el virus ya se propagó por todo el mundo. Otra posible transferencia del virus a través de la frontera no tendrá mucho valor epidemiológico, señalaron.

Por otro lado, consideraron, que prohibir o restringir los eventos masivos es una de las medidas más eficaces y duraderas.

El papel clave en la propagación del virus lo desempeñan los así llamados superdistribuidores, es decir las personas que tienen un alto título del virus en su nasofaringe, que están en lugares concurridos e infectan a un gran número de otras personas, explicó Alexander Lukáshev, director del Instituto de Parasitología Médica y Enfermedades Tropicales y Transmitidas por Vectores Martsinovsky.

“Aprendimos esta importantísima lección del primer brote de SARS en 2003: solo cinco personas infectaron la mitad de las demás en ese momento”, recordó.

Agregó que al excluir el fenómeno de la superdistribución, se puede cambiar radicalmente la dinámica del virus.

“La prohibición de los eventos masivos juega un papel muy importante en este sentido”, explicó el científico.

Es necesario controlar la propagación del virus hasta que haya una capa inmune que lo detenga. Hasta entonces, el científico cree que hay una alta probabilidad de una segunda ola.

“En Irán, ya hay una segunda ola. Además, si la primera ola se produjo a una temperatura de +14 grados, ahora el virus se está propagando bien a una temperatura de +27”, añadió Alexander Lukáshev.

La naturaleza artificial o natural del virus

Para los investigadores que se ocupan de los coronavirus la cuestión del origen artificial del virus se ve como un problema científico.

“Lo que sucedió en 2019 es solo una repetición del proceso regular que ha surgido muchas veces antes. La evaluación de los límites de la plasticidad evolutiva sugiere que las inserciones descritas en los genomas de los coronavirus tienen muchas probabilidades de ser el resultado de un proceso natural”, recalcó Lukáshev.

Por otro lado, admitió que “hay una serie de escenarios que son posibles, pero no rastreables”. Puede ser una variante natural exitosa, multiplicada en el laboratorio, o la adaptación de un virus natural desconocido, o una quimera de virus naturales previamente desconocidos, enumeró opciones.

“Todo es bastante lógico, y cualquier científico que estudie los mecanismos de los coronavirus podría haber llegado a tales resultados en el laboratorio con un nivel de seguridad suficiente”, explicó, al añadir que la tecnología no permite todavía crear tal virus en condiciones de laboratorio, sino adaptarlo de forma bastante realista.

No obstante, en su opinión, los resultados de tales experimentos no pueden ser rastreados a nivel molecular. De ahí la conclusión de que la naturaleza artificial o no del virus no pueda ser probada.

En este contexto, Genadi Oníshchenko, de la Academia de Ciencias de Rusia, indicó que el brote requiere una investigación internacional exhaustiva.

“La investigación debe basarse en la Convención sobre Armas Biológicas. Tendremos que volver a los mecanismos de diferenciación de tales incidentes y averiguar si hubo intención deliberada”, subrayó el académico ruso.

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