¿Qué queda del Gobierno de Jeanine Áñez?

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Foto: RedBolivia Internacional

(Sputnik).- Cuando Jeanine Áñez entregue el bastón presidencial, habrá pasado más de un año ocupando la Presidencia transitoria de Bolivia. ¿Cómo será recordado su Gobierno, que llegó al poder tras el golpe de Estado que derrocó a Evo Morales?

La presidenta de facto de Bolivia reunió en un gabinete ampliado a 75 autoridades nacionales con la finalidad de preparar su salida de la Casa Grande del Pueblo en diciembre próximo. El mandato de la exsenadora no tenía que exceder los 90 días, pero se extendió en varias oportunidades, hasta que las movilizaciones sociales de agosto pasado la persuadieron a convocar elecciones presidenciales el 18 de octubre.

Jara cuando entregue los símbolos presidenciales, Jeanine Áñez habrá pasado más de un año en el cargo.

¿Qué deja su Gobierno?

El 10 de noviembre de 2019, el entonces presidente, Evo Morales, fue expulsado del poder mediante un golpe de Estado. En ese momento, el líder del Comité Pro Santa Cruz, Luis Fernando Camacho, vociferaba que la sucesión presidencial no podía recaer en algún legislador o legisladora del Movimiento Al Socialismo (MAS), como correspondía según la Constitución.

La violencia de las protestas llevó a que la presidenta de la Cámara de Senadores, Adriana Salvatierra, no aceptara asumir el control del Órgano Ejecutivo. Lo mismo hizo el presidente de la Cámara de Diputados, Víctor Borda. Según Camacho, que ahora es candidato a la Presidencia, quien debía ocupar el cargo de Morales era la magistrada del Tribunal Supremo de Justicia
María Cristina Díaz Sosa.

Finalmente, los sectores golpistas decidieron poner la investidura presidencial sobre la segunda vicepresidenta del Senado, la abogada beniana Jeanine Áñez, quien irrumpió en el Palacio de Gobierno con una biblia y asumió el mando del país el 12 de noviembre de 2019.

“¿Qué ha determinado que ella esté ahí en el poder? Una corriente dice que ha sido un golpe de Estado. Otra corriente afirma que ha habido una gran movilización de clases medias, pero al final los sectores ultraconservadores de derecha se han encimado en un movimiento cuyas grandes masas de clases medias tenían una adscripción étnica blanca mestiza”, dijo a Sputnik la psicóloga social y activista feminista Carmen Julia Heredia, quien realizó varias investigaciones sobre género y políticas públicas. También es directora del Centro Cultural El Mercado, en la ciudad de Sucre, departamento de Chuquisaca, en el centro sur de
Bolivia.

Entonces, ¿hubo golpe o no hubo golpe? “Con el tiempo se va a esclarecer de forma muy clara qué ha ocurrido. Este es un proceso muy largo, en el cual había un descontento social muy grande, que estaba alcanzando a los sectores populares”, explicó Heredia.

“Si ha sido un golpe, entonces el MAS básicamente no ha hecho absolutamente nada para conservar el poder. Si la señora Salvatierra no hubiera renunciado a asumir la presidencia, no hubiera ocurrido lo que pasó en Sacaba o en Senkata, donde ha habido muertes en circunstancias terribles. Pero hay que decir que los sectores de choque del MAS salieron a agredir”, comentó.

Por su parte, Gabriel Villalba, abogado especializado en geopolítica y comunicación política, consideró que “sin lugar a dudas, desde noviembre del año pasado se ha subvertido el orden constitucional, en contravención de los artículos 161 y 169 de la Constitución”.

“En contra de la Asamblea Legislativa Plurinacional, que no cumplía quórum al momento del nombramiento de Áñez, con una situación fáctica de helicópteros sobrevolando la ciudad, tanques de guerra y soldados armados en las calles”, resaltó a Sputnik.

Y continuó: “Además, la banda presidencial se le dio un militar. Hemos vivido un golpe de Estado en términos jurídicos y fácticos”.

“Ahora, estamos en la prolongación de un Estado de no derecho, de un régimen de facto. En ese panorama se van a dar elecciones. Bolivia no tiene condiciones democráticas normales. No hay que ser ingenuos, como Evo fue ingenuo el año pasado confiando en la imparcialidad de la OEA [Organización de los Estados Americanos]”, agregó Villalba, quien también dirige el Centro de Estudios Nuestroamericano (CENAC) en Bolivia.

El violento estreno de Áñez

El bautismo de Áñez como presidenta estuvo en la firma del decreto 4078, que dio libertad de acción a las Fuerzas Armadas ante las protestas sociales que exigían el retorno de Evo Morales y la caída de la incipiente dictadura.

Cualquiera de sus acciones —como acribillar manifestantes— no iba a ser investigada por la Justicia. De ahí surgieron las masacres de Sacaba, en Cochabamba (el 15 de noviembre) y de Senkata, en La
Paz (el 19 de noviembre).

La definición de “masacre” corresponde al informe de la Comisión Interamericana de Derechos Humanos (CIDH) sobre esos días tempestuosos de la historia boliviana. En cada evento represivo fueron asesinadas 10 personas. Otros casos en los demás departamentos totalizaron 37 muertes durante los días golpistas.

La candidatura de Jeanine Áñez

En un primer momento, Áñez tuvo aceptación de un sector de la población.
Entonces hizo una arriesgada jugada política y en enero se sumó a la lista de candidatas y candidatos a la Presidencia. En las primeras mediciones, cosechaba una intención de voto del 18%. Nunca pasó de estar tercera o cuarta en las encuestas, peleándole el podio a Camacho. Estas elecciones siempre fueron un duelo entre quienes lideran las encuestas: Luis Arce Catacora, del MAS; y Carlos Mesa Gisbert, de Comunidad Ciudadana, quien fuera presidente entre 2003 y 2005 por el Movimiento Nacionalista Revolucionario (MNR).

Para Villalba, Áñez “tenía un nivel de aceptación muy alto y un manejo comunicacional positivo, hasta el caso de corrupción en la compra de respiradores. Entonces fue en picada su popularidad. Se generó una crisis gubernamental y electoral, porque ella ya se encontraba en carrera electoral”.

El 17 de septiembre pasado, con la evidencia de que su presencia en las listas acrecentaba las posibilidades de que regresara el temido MAS al poder, Áñez se retiró de la puja. Desde entonces, existe la posibilidad de que haya una segunda vuelta entre Arce (30% en las encuestas) y Mesa (24%).

Finalmente, elecciones en Bolivia

En un primer momento, estas elecciones tenían que cumplirse el 3 de mayo de 2020. Pero ante el ascenso de la pandemia de COVID-19, el Tribunal Supremo Electoral (TSE) las traspasó al 17 de mayo. Tiempo después, el TSE acordó con los partidos políticos realizar las elecciones el 6 de septiembre.

Pero en agosto, cuando los casos de COVID-19 rondaban los 2.000 por día, se determinó volver a aplazar las elecciones. Esto produjo una movilización social masiva, como no se veía desde la Guerra del Gas, en octubre de 2003. El expresidente Evo Morales, desde su exilio en Argentina, intentó apaciguar a sus seguidores para que aceptaran un último cambio en la fecha de elecciones.

Los conflictos sociales de agosto dejaron en claro que Evo ya no lleva la voz de mando ante la militancia del MAS. Desprovistas de su gran líder, organizaciones populares de Bolivia tomaron el destino de las elecciones presidenciales en sus manos. Y generaron un paro tan grande, con todas las rutas del país bloqueadas, que no respondía a ninguna figura política. Era el pueblo cansado de no poder elegir a su presidente democráticamente.

Tras largas negociaciones, se sacramentó el 18 de octubre como el día definitivo e inaplazable para elegir nuevo mandatario. A las vísperas de los comicios, se decantan dos posibles presidentes: Arce y Mesa.

“Creo que las elecciones no van a resolver la conflictividad política que tenemos en el país. La gente que ha entrado al Gobierno luego de 14 años no ha entrado por unos cuantos meses, no ha gestado un blindaje mediático-político internacional para quedarse unos cuantos meses”, opinó Villalba.

A su juicio, el escenario más factible podría llevar a Bolivia a lucir “un maquillaje democrático”. “El TSE tiene asesoramiento de la OEA, tiene técnicos electorales norteamericanos. La foto de Arturo Murillo (ministro de Gobierno) con Luis Almagro (secretario general de la OEA) no es casualidad”, advierte.

“Después de haber asesinado a gente en Bolivia, se reúnen para generar condiciones de fraude que lleven a una segunda vuelta electoral, donde Mesa y Camacho se aliarían para hacer un Gobierno con maquillaje democrático, en detrimento del bloque popular”, pronosticó el analista.

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