‘El Chavo del 8’, o la identidad de los desposeídos de A.L.

0
66
'El Chavo del 8', una de las series más vistas y difundidas de la historia de la televisión latinoamericana.

(Sputnik).- ‘El Chavo del 8’, una de las series más vistas y difundidas de la historia de la televisión latinoamericana, fue emitida por primera vez el 20 de junio de 1971. Para analizar el impacto de la serie y su discurso, Sputnik habló con Carlos Aguasaco, escritor y académico colombiano, especialista en estudios culturales.

“El Chavo no tiene idea de quiénes fueron sus ancestros, y es una persona que nace y crece prácticamente despojado de toda posesión material, y de una cosa que es muy importante, que tiene unas implicaciones políticas muy importantes y es el despojo de la memoria histórica”, dijo Aguasaco a Sputnik.

Las creaciones de Roberto Gómez Bolaños han sido objeto de estudio para Aguasaco desde hace varios años, en especial cómo se nutren del Siglo de Oro español, en particular, de la obra de Cervantes así como de la novela picaresca.

Esto puede leerse en el ensayo de Aguasaco From the Picaresque Novel to ‘El Chavo del 8’, así como en su libro ¡No contaban con mi astucia! México: parodia, nación y sujeto, en la serie de El Chapulín Colorado, publicado en 2014.

La picaresca como género propone un relato autobiográfico, en el cual el pícaro es el héroe miserable pero de buen corazón que narra sus peripecias para sobrevivir y avanzar en un contexto social que no le es favorable. El pícaro “acaba entregándose sin remedio y sin pena al medio que le exige defenderse y engañar”, señala Alonso Zamora
Vicente en Qué es la novela picaresca. Ejemplos de ello son Lázaro y Pablos, protagonistas respectivos de Lazarillo de Tormes (anónima, de 1554) y El Buscón (Francisco de Quevedo,1626).

El Siglo de Oro es un período que abarca desde los años posteriores a la llegada de Colón a América, todo el siglo XVI y gran parte del siglo XVII. Es una época de apogeo cultural y artístico español, en un contexto de florecimiento económico que cambia los sistemas de producción y consumo de bienes. El relato de la picaresca es el relato de los actores empujados por este proceso.

La transición de la Edad Media a la Modernidad en España supone un desplazamiento desde el medio rural a las ciudades, “y a pesar de que en España esa época se llama el Siglo de Oro, precisamente es la época en la que conocen más la pobreza, y una que no era tan común antes: la pobreza urbana”, declaró Aguasaco.

En esta visión, el paralelismo entre El Chavo del 8 y la novela picaresca radica en una transición y una movilidad de igual signo, que ha marcado a América Latina a lo largo del siglo XX, la migración del campo a la ciudad.

Despojados, sin memoria

Luego de la Revolución mexicana, en el país norteamericano se producen movimientos migratorios desde el medio rural a la periferia de las ciudades. Esas personas que subsistían gracias a la agricultura, se vieron desplazadas por la aparición de maquinaria agrícola. Los campesinos sin trabajo, llegaban a las urbes a insertarse en un contexto de producción que no podía emplear sus habilidades.

El personaje del Chavo “como lo sabemos, representaría a una descendencia de esa primera generación, o sea él sería la segunda o tercera generación de esas personas que se vieron desplazadas desde espacios rurales hacia espacios semiindustriales”, señaló Aguasaco.

Los campesinos además de perder la tierra y su medio de subsistencia “también pierden la memoria histórica, y sus descendientes, desde mi punto de vista, están representados en el Chavo del 8”, agregó.

En la novela picaresca la memoria es el relato del propio viaje, el narrador no se detiene en lo inmediatamente anterior a la peripecia, salvo partir de allí y construirse a sí mismo.

En ese sentido, El Diario del Chavo del 8, publicado por Gómez Bolaños en 1995, retoma las convenciones del género picaresco, de novelas como El Lazarillo de Tormes. Allí leemos que nunca conoció a su padre, y que su madre desapareció un día. En efecto, el Chavo no tiene memoria, sino aprendizaje.

Sobre el origen del nombre del Chavo del 8, hay “dos explicaciones: tiene una explicación histórica y una explicación ficcional”, informó Aguasaco. La ficcional, referida en el propia serie, es que el personaje, a pesar de que duerme en un barril en el patio de la vecindad, vivió en algún momento en el apartamento 8.

La versión histórica del origen del nombre es muy simple, pero también, casualmente, está muy ligada al poder político y al gran oligopolio de los medios de comunicación en México. Aguasaco refirió a los orígenes del canal 8, creado durante el Gobierno de Gustavo Díaz Ordaz Bolaños (1964-1970), con motivos de los Juegos Olímpicos del 68. El entonces presidente era primo hermano de la madre de Roberto Gómez Bolaños, quien lo llamaba “tío Gustavo”.

En ese entonces, Gómez Bolaños, libretista y publicitario, trabajaba en la radio XEW, a cuyos propietarios les fue asignada la operación del canal 8. Al cabo de unos años, El Chavo del 8 saldría al aire por ese canal, razón histórica del nombre del personaje.

Cuando el canal 8 se integra al monopolio Televisa, la serie pasaría al canal 2 —de mayor alcance—, pero el personaje conservaría su nombre.

Nadie debería pasar por alto que uno de los episodios más tristes de la historia moderna de México ocurrió durante la presidencia de Díaz Ordaz: la masacre de Tlatelolco, del 2 de octubre de 1968. Entonces, unos 400 estudiantes murieron y otros 1.000 resultaron heridos por la salvaje represión militar y policial durante la protesta estudiantil en contra del Gobierno de Díaz Ordaz.

“Es curioso porque sin proponérselo hay una relación histórica con unos acontecimientos políticos marcados, en los que Gómez Bolaños tiene una carrera que asciende en forma paralela a esta circunstancia en la que un familiar suyo llega a ser presidente, la circunstancia en la que se abre un canal, pasan las olimpíadas, y después lo invitan por su talento, obviamente, a ser parte del canal 8 y el Chavo del 8 termina llevando ese nombre. Así que el Chavo del 8 siempre debería traer un eco no solamente al apartamento número 8 de la vecindad, sino al 68”, señaló Aguasaco.

El Estado, las instituciones y la caridad

La crítica a las instituciones gubernamentales está presente en la serie. El Estado aparece representado por dos personajes: el cartero Jaimito y el profesor Jirafales. Sin embargo esa presencia del Estado ilustra su “ausencia” por inoperancia en garantizar el bienestar de la sociedad. “Jaimito el cartero pues da una imagen muy desesperanzadora, y tierna sí, del Estado. Es un Estado impotente, un Estado cansado que ni siquiera puede montar la bicicleta. Nunca aprendió a montar la bicicleta Jaimito el cartero, y los que le entregan las cartas son otras personas”, indicó Aguasaco.

Por otro lado, la escolaridad queda representada en el profesor Jirafales, quien constituye un “espacio seguro” para los niños, aunque es incapaz de enseñar porque allí asoman las desigualdades sociales. “En ese espacio se filtran temas como el del hambre. Es muy interesante, porque hay una crítica a la escolaridad que no soluciona el problema del hambre, y eso se ve reflejado en toda Latinoamérica porque no todos los gobiernos tenían esos programas para dar el desayuno o el almuerzo a los estudiantes”, opinó.

Asimismo, complementada la serie con El Diario el Chavo del 8 se deslizan críticas a la familia como institución. El Chavo “es hijo de una relación, de una familia disfuncional, es decir no tiene padres, un padre ausente […] hay una crítica a una forma social que es la desilusión de la familia”.

Voluntaria o involuntariamente por parte de Gómez Bolaños, ese conjunto de vacíos e ineficacia representado en la serie tiene una contraparte o “alternativa”, según Aguasaco: la caridad. “La buena voluntad del señor Barriga que es el que lo lleva a Acapulco, la voluntad de la Chilindrina que lo invita a desayunar, Quico que le presta un juguete y con el que se pelea. Ese tipo de relaciones. Entonces, lo que sí hay ahí […] es que se revela la carencia, la incapacidad del Estado de alcanzar a proveer servicios en ese mundo íntimo de la vecindad”, explicó.

La producción de Gómez Bolaños se cimenta en la parodia como género. Para Aguasaco, Gómez Bolaños, como buen lector de Cervantes, genera “una serie de parodias que tiene una serie de intertextualidades con obras clásicas”. Para que la parodia sea eficaz, es necesario que el espectador —o lector— reconozca el objeto sobre el cual se ejerce la ironía y la ridiculización.

Asimismo, es necesario tomar en cuenta la función de la parodia cuando se amonesta a El Chavo del 8 por su “violencia”. En la serie, así como en la picaresca, el maltrato infantil está presente, y debe ser leído de forma doble.

Aguasaco opinó que “hace parte de lo que en la comedia se entiende como una violencia vacía de sentido, o sea que no está cargada de significado”. Pero, además, como toda parodia, los golpes “sirven de recordatorio de que el maltrato infantil es real. Porque de lo contrario no serían efectivos a la hora de hacer la referencia. Una referencia para ser efectiva tiene que tener una base lógica, como una metáfora. Y aunque sea paródica no deja de tener esa resonancia”, sostuvo el autor.

Ahora preguntarse si es voluntaria o no esa doble escritura —la crítica al modelo y la escritura de una versión de ese modelo— no vale la pena. Según Aguasaco, “lo importante no es necesariamente la intencionalidad del autor, sino la manera en que eso es asumido como parte del archivo latinoamericano” y cómo se lo interpreta.

¿Por qué la serie alcanzó el sitio que tiene en la memoria colectiva latinoamericana, y que aún subsiste en retransmisiones constantes? La fama y el alcance de El Chavo del 8 están también fundadas en la propia conformación del imperio Televisa, que funciona como un oligopolio.

En los años 70, Televisa contaba con tecnología de reproducción que ningún otro país de Latinoamérica tenía. Gracias a estos sistemas de videotape, las copias de la serie fueron vendidas a todos los países del continente, a excepción de Cuba. Así, “México se convierte en el productor de productos audiovisuales en lengua española y comienza a generar, de hecho, la variedad estándar del español que nosotros conocemos, la que nos permite comunicarnos” a personas de lugares tan distantes dentro del continente, señaló Aguasaco.

Y la producción cultural de Televisa, con un rol central para El Chavo del 8, es generadora de una “identidad latinoamericana alrededor de unas narrativas comunes […] que de alguna forma median con la realidad”, sostuvo Aguasaco.

Por tanto, la caída en desgracia de la familia como institución, el maltrato infantil y la caridad ocupando la vacante que deja la ausencia del Estado son elementos que surgen de la interpretación crítica de la obra de Gómez Bolaños más allá de la intencionalidad.

“La serie se podría leer como algo que, lo quiera o no el productor, saca a la luz las injusticias. Y el Chavo siempre está tocando el corazón como para revelar esas injusticias”, concluyó Aguasaco.

DEJA UNA RESPUESTA

Por favor ingrese su comentario!
Por favor ingrese su nombre aquí