Surgisphere, la misteriosa empresa que arrastró a la OMS al error

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(Sputnik).- La decisión de la Organización Mundial de la Salud (OMS) de suspender el uso de hidroxicloroquina en pacientes con COVID-19 estuvo basada en conclusiones de un estudio científico dudoso, según sugiere una carta de científicos y una investigación periodística. La revelación puso en crisis a la comunidad científica internacional y a dos prestigiosas revistas científicas que debieron disculparse.

El anuncio, hecho el 25 de mayo por el director de la OMS, Tedros Adhanom Ghebreyesus, había sido impactante: el grupo de expertos que asesora al organismo internacional había resuelto la suspensión temporal de los ensayos clínicos con hidroxicloroquina en pacientes con COVID-19.

La resolución ponía un manto de duda sobre la droga —utilizada habitualmente contra la malaria—, que había cobrado relevancia mundial al ser de las primeras en ser utilizadas por varios países para intentar calmar los síntomas más adversos en los pacientes infectados por el nuevo coronavirus.

Es la droga que afirma tomar a diario el presidente de EEUU, Donald Trump, y la que promociona el presidente de Brasil, Jair Bolsonaro. De hecho, ambos países celebraron un acuerdo mediante el cual EEUU envió a Brasil dos millones de dosis de hidroxicloroquina. De todos modos, el país sudamericano también produce el medicamento a gran escala.

Tanto la hidroxicloroquina como la cloroquina también son utilizados en varios países latinoamericanos como México, Ecuador o Venezuela.

La postura de la OMS, que al comienzo había avalado el uso de la droga, llegó días después de que la revista científica británica The Lancet publicara un estudio en el que se indicaba que el tratamiento con hidroxicloroquina o cloroquina se había presentado asociado “con una disminución de la supervivencia en el hospital y una mayor frecuencia de arritmias ventriculares”.

Pero lo que parecía ser un cauteloso cambio de postura basado en evidencia científica dio lugar a un escándalo cuando una carta abierta firmada por 174 científicos de todo el mundo cuestionó los datos, obtenidos por una empresa estadounidense llamada Surgisphere.

En la misiva, divulgada el 2 de junio, los científicos señalaron la existencia de “serias, y todavía no respondidas, preocupaciones se han levantado sobre los métodos estadísticos, la integridad, la procedencia de los datos y la falta de una revisión ética” alrededor de la base de datos de la compañía.

Los científicos firmantes señalaron inconsistencias entre los datos aportados por la empresa sobre pacientes con COVID-19 en el Reino Unido y Turquía, por ejemplo, donde las cifras no coincidían con las cifras oficiales. Lo mismo ocurrió con Australia, donde la incompatibilidad de los datos llevó a que responsables de siete hospitales dijeran a periodistas que no habían acordado compartir datos con la empresa y, de hecho, ni siquiera conocían de su existencia.

¿Ciencia o ciencia ficción?

Surgisphere, con sede en Chicago, fue fundada en 2008 por Sapan Desai, un médico y cirujano vascular. En su sitio web, la compañía reivindica el objetivo de “aprovechar el poder del análisis de datos para mejorar la vida de la mayor cantidad posible de gente”.

Entre sus actividades, la compañía destaca el desarrollo de la inteligencia artificial, el aprendizaje de máquinas y la big data para ponerlas al servicio de la asistencia sanitaria.

Surgisphere aparece como la fuente de los datos del estudio sobre la hidroxicloroquina publicado en The Lancet. El trabajo está firmado, entre otros, por el propio Sempai y explica en su metodología que se valió de “un registro multinacional de análisis del uso de hidroxicloroquina o cloroquina” en pacientes con COVID-19 en 671 hospitales en seis continentes.

Los datos, según consigna el artículo de The Lancet, surgieron de “la extracción automatizada de datos de los registros electrónicos de salud de pacientes internos y externos, bases de datos de cadenas de suministros y registros financieros”.

Días después de publicado el artículo, los autores del estudio que no están relacionados con la empresa Surgisphere decidieron solicitar una auditoría independiente del origen de esos datos debido a que mantenían dudas respecto de la “confiabilidad” de la base de datos.

Según se caracteriza a Surgisphere en un artículo del diario británico The Guardian, es una empresa “surgida de la nada” en 2008 que, a pesar de administrar una base de datos con información de miles de pacientes alrededor del mundo, cuenta únicamente con 11 empleados, según informó el propio Sempai.

Asimismo, el diario señala que varios de los empleados parecen no tener formación científica o un perfil coincidente con los objetivos de la compañía. Por el contrario, el editor de ciencia de la empresa es un autor de ciencia ficción y artista de fantasía.

La empresa parecía, al menos anteriormente a la publicación del informe, ser difícil de ubicar a través de Internet. Sus cuentas en Twitter y LinkedIn no superan los 200 seguidores. El perfil en LinkedIn, además, solo mostraba seis empleados (que pasaron a ser tres luego de conocida la noticia y cinco más tarde).

A partir de la controversia, Surgisphere divulgó un comunicado en su sitio web en el que afirma proveer a los investigadores de “una base de datos en tiempo real de 240 millones de pacientes anónimos tomados de 1.200 instituciones de salud en 45 países”.

Según la empresa, su vasto registro es resultado de su programa de aprendizaje de máquinas QuartzClinical, utilizado por instituciones de salud para administrar historias clínicas electrónicas. “Como parte de esos acuerdos con clientes de QuartzClinical, Surgisphere, como un colaborador global, tiene permiso para incluir esas historias clínicas electrónicas en su registro/ base de datos en tiempo real”.

En su declaración, Surgisphere también explica el error en los datos de Australia alegando que uno de los hospitales que se unió a la base de datos se registró como parte de la región de Australasia cuando “debió haber sido asignado a la región de Asia”. Además, reafirma que los hallazgos del estudio publicado en The Lancet no resultan afectados por el cambio de región.

La controversia con respecto a los datos de Surgisphere también motivó a que la revista The Lancet publicara una Expression of concern (“expresión de preocupación”) para advertir a sus lectores de que existen “serios cuestionamientos científicos” al estudio.

En una conferencia este 3 de junio, el director de la OMS, Tedros Adhanom Ghebreyesus, comunicó la decisión del organismo de dar marcha atrás en su decisión sobre la hidroxicloroquina y volver a habilitar los tratamientos experimentales para el COVID-19 en el marco del proyecto Solidarity Trial, que también monitorea el efecto de medicamentos antivirales como remdesivir, lopinavir con ritonavir y el lopinavir con ritonavir más interferón beta-1a.

Conclusiones sobre el COVID-19 y la hipertensión también podrían estar afectadas

Además de a The Lancet, la polémica en torno a Surgisphere también afectó a la revista científica estadounidense The New England Journal of Medicine (NEJM), que el 1 de mayo había publicado un estudio en el cual se desestimaba que el tratamiento a pacientes cardiovasculares e hipertensos con inhibidores de la enzima convertidora de angiotensina (ECA) y bloqueadores de los receptores de la angiotensina II aumentaban la mortalidad en personas que cursaban COVID-19.

El estudio se basaba en el análisis de datos recolectados en 169 hospitales de 11 países en Asia, Europa y América del Norte, recolectados por Surgisphere.

“Recientemente, preocupaciones sustantivas se desataron en torno a la calidad de la información en la base de datos. Pedimos a los autores que provean evidencia de que los datos son confiables.

Mientras tanto y para el beneficio de los autores, estamos publicado esta expresión de preocupación sobre la fiabilidad de las conclusiones”, publicó la NEJM en su web.

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